Los FabLabs nacieron alrededor del año 2000 como unidades de producción a escala local con el objetivo de empoderar a las comunidades fomentando la accesibilidad de la tecnología. Dieciséis años más tarde, se han convertido en lugares esenciales para el desarrollo de las ciudades y espacios para la inclusión social. Los Fablabs, makerspaces, hackerspaces, y cualquier otra iniciativa que pueda entenderse como ‘laboratorio de innovación’, son espacios de experimentación para gente curiosa. Equipados con máquinas y profesionales en alta tecnología, invitan a darle rienda suelta a la creatividad y a recuperar a ese niño que un día fuimos. Sin embargo, la función de estos espacios no es el juego en sí mismo, sino el empoderamiento ciudadano para construir soluciones significativas y de valor a problemas actuales, promoviendo la inclusión social, política y económica.
“Desde un punto de vista humanístico, mujeres y hombres siempre han querido hacer, crear. Esto está arraigado en la naturaleza humana.”
Geraldine de Bastion, experta en información y tecnologías de la comunicación
La innovación como un derecho
Los laboratorios de innovación ponen al alcance de la ciudadanía dos herramientas esenciales: máquinas de alta tecnología para crear soluciones aplicables a la ciudad y centradas en las personas, y el conocimiento que podemos encontrar en plataformas como Fab Foundation o Thingiverse. El incremento mundial de los laboratorios de fabricación desde 2006 demuestra que estos lugares responden a una necesidad real de experimentar y producir localmente.
Número de makerspaces en el mundo.
Uno puede pensar que estos espacios son exclusivos de países desarrollados, pero encontramos ejemplos increíbles en ciudades menos conocidas por la innovación como el Woelab de Togo, en África Oriental. Una vez al año este espacio celebra el HubCités Festival, que conecta a usuarios locales con expertos en el tema para promover la inteligencia colectiva y desarrollar soluciones a problemas de la vida diaria que pueden manufacturarse en los FabLabs. “Despiezan los temas para asegurarse que todos los miembros de su comunidad entienden y comprenden el sentido de smart city; y cómo puede ser relevante para ellos desde la perspectiva del ciudadano”, recuerda Geraldine de Bastion, experta en información y tecnología de la comunicación, y promotora de la red de innovadores sociales Global Innovation Gathering.
Afate, creador de la impresora 3D. Imagen cortesía de Woelab.
“Los laboratorios de innovación crean puentes entre dos mundos, promoviendoalta tecnología en entornos sin recursos”
Otra muestra que la innovación se origina de abajo arriba y no solo proviene de los expertos es una iniciativa en Kenia donde los conductores de taxi van equipados con cargadores móviles de todos los tipos para sus clientes. Geraldine explica cómo ella quiso llevar este concepto a Europa: “aunque solo es un trayecto de 20 minutos, lo encontré tan genial que se lo propuse a un taxista a la vuelta a Berlín”. #MakerKT es otro proyecto que aborda temas sociales en países subdesarrollados. Presentado en la primera Feria Maker Humanitaria en Katmandú, Nepal, esta iniciativa enseña a las niñas cómo vivir de un modo independiente a nivel doméstico, a nivel personal y en sus interacciones con el entorno. La misión de #MakerKT es “difundir una cultura maker entre las mujeres del Nepal y empoderarlas para que tomen conciencia de sus habilidades”.
Estos ejemplos demuestran que, al final, las grandes iniciativas provienen de los ciudadanos, y dejan entrever el poder y potencial que cualquiera puede desarrollar con el acceso a las herramientas y equipamientos adecuados.
Creando valor entre sectores
Desde una perspectiva económica, los laboratorios de innovación pueden impactar la producción y creación de valor. En el sector del arte, por ejemplo, iniciativas como Indian Startup AuGrav, una artista textil llamada Francesca o el escultor Gilles Azzaro crean piezas imposibles de construir sin máquinas. “Si podemos utilizar estas nuevas tecnologías para seguir innovando y mantener vivos los artesanos, puede ser muy poderoso”, indica De Bastion. [embed]https://youtu.be/dnxR06L3DNY[/embed] Esta experta asegura que estamos todavía al inicio de un camino que muestra el impacto de los laboratorios de innovación en muchos sectores: “En el área de movilidad y transporte, o salud, o interacción y comunicación social, para nombrar solo tres sectores, se están creando muchos proyectos interesantes alrededor de problemáticas humanas en un entorno muy concreto, la ciudad”. Además, añade, “Las comunidades nicho que trabajamos en estos entornos, somos responsables de ir más allá e invitar otras personas a compartir esta visión”. Según Neil Gershenfeld, Director del Center for Bits and Atoms del MIT, un buen ejemplo de cómo podemos poner estos espacios de innovación a disposición de los ciudadanos de un modo accesible son los Ateneus de Fabricació. Son espacios gestionados por el Ayuntamiento de Barcelona e inspirados por los FabLabs, que ponen al alcance de todos maquinaria de alta tecnología y conocimiento, buscando el empoderamiento de los residentes para generar oportunidades.
“El reto no es la ingeniería técnica, sino la ingeniería social; mantener la cultura de la red de FabLab y agregarla al poder de las infraestructuras públicas”
Construyendo la identidad de los ciudadanos
Los laboratorios de innovación ayudan a construir la identidad de los ciudadanos y crear redes de solidaridad y protección social entre ellos. Algunos ejemplos son the Maker Woman Project, organizado por Trójmiasto Solidarity FabLab, o We make 2016, del London FabLab. Ambas iniciativas buscan empoderar a las mujeres en un sector que aún se encuentra dominado por hombres, y en culturas donde, como muestra el MakeHers report, convertirse en ‘mujer maker’ todavía es difícil porque se considera inapropiado.
Fotografía de un workshop dentro del We Make 2016 Según Gabriela Agustini, responsable de Olabi - el mayor makerspace en Río de Janeiro -, ‘La mayoría de los makerspaces están abiertos a todo el mundo, pero no tienen un diseño que invite a mujeres y otros grupos. Nuestra cultura antropocéntrica establece diferentes posiciones para hombres y mujeres en la sociedad, y nadie alienta a las mujeres a introducirse en los campos de la ciencia y tecnología’. En Olabi contratan a mujeres maker para dinamizar workshops y programas, y hacen esfuerzos para entender sus intereses y diseñar programas acordes a ellos, como un taller de Arduino para indumentaria interactiva. Junto a la Ford Foundation, llevan tres años trabajando para estimular a las mujeres a convertirse en productoras de tecnología y no solo consumidoras. El próximo marzo lanzarán una plataforma llamada PretaLab para motivar a mujeres de color en el sector de la tecnología. Nuestra cultura antropocéntrica establece diferentes posiciones para hombres y mujeres en la sociedad, y nadie alienta a mujeres a introducirse en los campos de la ciencia y tecnología El hecho de encontrar referencias femeninas en el campo de la innovación tecnológica y social, como Geraldine de Bastion o Gabriela de Agustina, muestra avances hacia la igualdad de género en lo que históricamente ha sido un mundo de hombres.
Fomentar la comprensión de la tecnología
La complejidad de la tecnología ha aumentado en los últimos años y es fácil perder el hilo. Anteriormente, cualquier persona podía desmontar una radio y descubrir e identificar las diferentes piezas. Ahora, usamos la tecnología, pero no siempre entendemos por qué está (o no) funcionando, ni cómo repararla. Los laboratorios de innovación abordan esta cuestión enseñando a las personas cómo crear aparatos tecnológicos. En estos espacios puedes montar tu propio equipamiento, e incluso personalizarlo. La posibilidad de customizar la tecnología también presenta oportunidades para gente con necesidades especiales o incapacidades. The Open Hand Project, por ejemplo, es un proyecto de micromecenazgo para hacer manos robóticas prostéticas accesibles para amputados, que cuestan alrededor de 1.000 dólares. El modelo, de software abierto, está listo para ser replicado en cualquier espacio de fabricación digital.
Usamos la tecnología, pero no siempre entendemos por qué está (o no) funcionando, ni cómo repararla.
Los laboratorios de innovación también ofrecen a los niños métodos educativos alternativos alineados con los modos de solventar problemas del siglo XXI. Según Yabed, director del FabLab Esan en Perú, “hay ciertas habilidades que los niños tienen que aprender en la escuela, como leer y escribir en diversos idiomas”, pero los programas educativos no incluyen tecnologías del futuro relativas a la fabricación digital. Ahí es donde los Fablabs y sus alternativas aportan valor. Bajo la metodología del ‘aprender haciendo’, estas comunidades ofrecen programas como LittleBits, para construir robots con un sistema muy parecido a Lego, o FabLab Kids, que refuerza las habilidades críticas, reflexivas y analíticas de los chicos y chicas mientras construyen tecnología.
Un gran poder acarrea una gran responsabilidad
Del mismo modo que el acceso a las redes sociales acarrea responsabilidades, como la privacidad y la información que mostramos públicamente, debemos ser críticos en el uso de estos espacios de innovación, cuya misión debe ser crear invenciones con valor centradas en las personas para solucionar problemas reales. Esto queda a menudo olvidado en países occidentales, donde encontramos ejemplos de invenciones más banales como la impresión de objetos como cabezas de Yoda en 3D. Sin lugar a dudas, la evolución de los laboratorios de innovación tendrá efectos en el desarrollo de las ciudades y los ciudadanos. Como indicó Tomás Díez, director del FabLab Barcelona, en una entrevista para Open Electronics: “la misión de los FabLabs no es crear tecnología, sino tener un impacto en la gente y sus comunidades”. Aunque es pronto para predecir cuál será el impacto, se intuye el potencial de estos lugares como hubs de conocimiento y espacios donde las diferentes comunidades pueden interactuar, crear y aprender entre ellas.