Estamos en medio de una nueva revolución industrial y, con el avance de la Inteligencia Artificial, más y más sectores de la economía se verán afectados por este proceso. No únicamente los trabajos manuales podrán ser transferidos a las máquinas, sino también los trabajos que requieren capacidades ‘específicamente humanas’. En los próximos años, se espera, por ejemplo, que los coches sin conductor transformen de pies a cabeza el sector de transporte. Esta revolución en la productividad se puede considerar una buena noticia, porque significa que las máquinas harán nuestro trabajo y las personas podremos dedicarnos más a la educación, la salud, el ocio y los servicios. Además, la tecnología y los datos disponibles permitirán optimizar mucho mejor los recursos escasos del planeta. Pero, esta realidad impone, a la vez, unos desafíos gigantes, porque no hay ninguna garantía de que este aumento de riqueza mundial se repartirá entre todos los habitantes del planeta con algún criterio de equidad. Hay un riesgo muy real que la propiedad de las máquinas se reduzca a un grupo pequeño de personas y que gran parte de la población se quede sin opciones para generar ingresos.
Estamos en plena transformación hacia la sociedad del siglo XXI, y el resultado está aún abierto: o bien, con riqueza compartida o, al contrario, con más desigualdad.
En las últimas décadas, la mayoría de los países ha vivido un aumento de las desigualdades, en parte provocado por la revolución tecnológica. Los datos económicos apuntan que, desde el 2000, la economía occidental ha ido invirtiendo más en tecnología y menos en capital humano. Esta estrategia ha generado más beneficios para los empresarios innovadores, sin crear más puestos de trabajo y sin aumentar los sueldos medios. La riqueza creada se ha quedado en manos de pocos. Así, el que tiene dinero y sabe dónde invertir puede acumular más, y el que depende de vender sus talentos en el mercado del trabajo remunerado lo tiene más complicado para conseguir un bienestar. Las cifras sobre la concentración de la riqueza no dejan margen para muchas interpretaciones. 62 personas acumulan hoy la misma riqueza que la mitad más pobre del planeta. Mientras, en Estados Unidos, la clase media está bajo fuerte presión: el 1 por ciento más afortunado de la población ha sido asignado 25 veces más ingresos que el restante 99 por ciento durante el periodo de recuperación económica, entre el 2009 y el 2013.
Mucha gente tiene la sensación de estar excluido del mercado laboral por la competición contra las máquinas y se da cuenta que tiene pocas probabilidades de ganar esta carrera. La solución es aprender a trabajar junto con las máquinas y pensar en la manera de crear riqueza juntos, dice Erik Brynjolfsson, experto en economía de la información. “Estamos en plena transformación hacia la sociedad del siglo XXI, y el resultado está aún abierto: o bien, con riqueza compartida o, al contrario, con más desigualdad. Esta decisión es la consecuencia de las elecciones individuales y de la sociedad como conjunto. El poder está en nuestras manos. La tecnología es solamente una herramienta”.
Reconciliación del Poder y la Política
El discurso político hegemónico hoy no presta mucha atención a la revolución digital que atravesamos y quiere crear las condiciones empresariales para generar tantos puestos de trabajo como sea posible. Tal como explica el sociólogo Zygmund Bauman, este planteamiento forma parte del paradigma de la segunda mitad del siglo XX, cuando nos acostumbramos a la promesa de la ‘plena ocupación’. En nuestra conciencia social, estar trabajando es la normalidad y el que no trabaja está ‘des-ocupado’, sale de la normalidad de estar trabajando. Pero, en el nuevo mundo tecnológico, las recetas del pasado no parecen funcionar y encontrar una solución al desempleo estructural no es evidente. El paro en Europa se sitúa hoy alrededor del 8,5 por ciento, con mucha variación según la región y la franja de edad. La situación en España y en Grecia es la más alarmante.
El nuevo paradigma de la sociedad del siglo XXI tiene que desvincular el trabajo de los ingresos.
Parece que no sabemos cómo recuperar el control sobre el sistema económico, porque este opera a escala global. “Haciendo un clic con el ratón de un ordenador, se puede decidir trasladar 100.000 puestos de trabajo de aquí a otro punto del planeta donde las condiciones empresariales sean más interesantes. El capital y las finanzas se mueven sin impedimentos; la mano de obra, no”, sentencia Bauman. Los ciudadanos tenemos el reflejo de mirar a la clase política para buscar soluciones, pero esta no puede influir en las decisiones económicas. Tiene un ámbito de acción local, principalmente por países, pero el poder está organizado de manera global y se escapa del control político. Este divorcio entre el poder y la política es, según Zygmund Bauman, la esencia del problema de nuestra sociedad en transformación, y a todos nosotros nos toca la difícil tarea de reconciliar ambos.
Por primera vez en la historia de la humanidad, todos los habitantes del planeta estamos interconectados y tenemos una dependencia mutua. Si queremos resistir a la ola populista y proteccionista, que se va extendiendo por todo el mundo después del Brexit y la elección de Donald Trump, hay que pensar en otras maneras para organizar el trabajo y distribuir la riqueza. Varios expertos económicos insisten en repensar de manera radical los fundamentos de nuestra sociedad y proponen un diálogo abierto para buscar soluciones sensatas.
In the Same Boat: todos en el mismo barco
El documental In the Same Boat, que se estrena esta semana en el cine Verdi de Madrid y Barcelona, hace un meritorio esfuerzo para abrir este debate y proyectar las voces que ofrecen un nuevo paradigma. Zygmund Bauman, Serge Latouche, Tony Atkinson, Mariana Muzzucato, José Mujica y muchos otros expertos explican por qué el modelo de trabajo actual está en una impasse. El estilo cinematográfico, la fotografía espectacular y el ritmo musical bien marcado, hacen que el film respire espontaneidad y frescura, y dan ligereza a un tema tan trascendental como el futuro de la humanidad.
La innovación de hoy es la herencia de los descubrimientos pasados.
Zygmund Bauman considera el mensaje de In the Same Boat la antítesis del famoso eslogan de Margaret Thatcher que decía “No hay alternativa” (conocido con el acrónimo TINA por sus siglas en inglés: “There Is No Alternative”). Esta expresión resume la pretensión de Thatcher de imponer la liberalización de la economía y la introducción del modelo neoliberal en todos los ámbitos de la sociedad como única solución para garantizar el bienestar. Por su parte, el sociólogo polaco aboga por "cambiar el rumbo del barco en el que estamos todos los habitantes de este planeta". Cree que el nuevo paradigma de la sociedad del siglo XXI tiene que desvincular el trabajo de los ingresos: "Hay que abandonar la idea de 'ganarse la vida'. No se puede condicionar el derecho a vivir a los intereses de la compañía para la que se trabaja", opina. El film propone la renta básica universal como una de las soluciones para una redistribución de la riqueza más justa. No la contempla como una muestra de caridad para los más desafortunados, sino como un dividendo tecnológico del pasado, un derecho común. Mariana Mazzucato, economista especializada en innovación tecnológica, clarifica que “la innovación depende en gran parte de la financiación del estado y del esfuerzo colectivo. Además, la innovación de hoy es la herencia de los descubrimientos pasados”. Dicho con otras palabras: el teléfono móvil no fue inventado por una empresa o una persona. Sus componentes (batería, GPS, Internet, algoritmos matemáticos, pantalla táctil...) son el resultado de un esfuerzo de la sociedad como conjunto y de programas de investigación con fondos públicos. Entonces, ¿por qué hoy en día los beneficios de esta herencia tecnológica se lo quedan unos pocos privilegiados? ¿Se puede justificar que se socialicen los costes de la investigación, pero que se privatizan los beneficios? Si la tecnología delega el trabajo en las máquinas como resultado de un esfuerzo de muchas generaciones, ¿el heredero legítimo no sería el conjunto de la sociedad? El documental llega al momento adecuado para poner la actual crisis económica e institucional en un contexto mucho más amplio. Es de esperar que ayude a abrir un debate global sobre la necesidad de un cambio de modelo.
In the Same Boat se presenta el 17 y 18 de noviembre en las salas Verdi de Madrid y Barcelona. La semana del estreno se organizan varios debates sobre la renta básica después de la proyección.
Por cierto, también podéis escuchar al propio Zygmunt Bauman hablar sobre el futuro del trabajo durante la presentación de In The Same Boat el pasado febrero en Barcelona. [embed]https://www.youtube.com/watch?v=KDp4nVsD6I8&app=desktop[/embed] Consulta aquí todo el programa de las conferencias.
Artículo escrito por Bart Grugeon Plana
Bart es periodista. Colabora con La Directa en Barcelona y escribe para Apache.be y el Basic Income Earth Network. Tiene un interés especial en nuevos modelos económicos, cooperativismo de plataforma y "commons-based peer production".